Los peligros del sharenting: por qué compartir información de tus hijos en redes sociales supone graves riesgos

    La foto de la primera ecografía, la del nacimiento con la hora exacta, el lugar y su nombre y apellidos son la puerta de entrada gratuita al cibercrimen. Se calcula que en 2030 casi dos tercios de los casos de fraude en línea se habrán dado por compartir información personal de menores por Internet, un problema que tendrá un coste de 800 millones de dólares.

    Y es que el 23% de los niños tiene presencia en línea incluso antes de nacer, porque sus padres publican imágenes de las ecografías durante el embarazo. Este porcentaje se dispara rápidamente, hasta el punto de que el 81% está en Internet antes de cumplir los 6 meses. 



Qué es el sharenting

    
    Un habito que se resume en compartir informacion, vídeos y fotos (de cualquier tipo) de los hijos en Internet y redes sociales. Sin respetar la intimidad de ellos y afectando a su identidad digital futura, pero no solo eso, derivado de esa sobreexposición, pueden darse suplantación de identidad, fraude en línea, victimización por grooming o ciberbullyng o que ese contenido se convierta en material de explotación sexual infantil.

    En menos de 10 años, los contenidos de abuso sexual infantil en la red se han incrementado un 1.815 %, pasando en 2013 de 13.343 páginas web a 255.571 enlaces en 2022, según datos recientes de la Internet Watch Foundation. Entre este material, hay fotos de violaciones e imágenes sexualizadas de menores, pero muchas otras no lo son.

    La Agencia Española de Protección de Datos recoge datos muy llamativos en su web:
        • Un estudio de la Universidad de Michigan que revela que el 50% de los padres suben fotografías de sus hijos que podrían resultarles vergonzosas.
        • En Reino Unido han detectado que los padres publican un promedio de 13.000 vídeos o fotos de sus hijos o hijas antes de que cumplan 13 años.
        • Un informe de la empresa de seguridad AVG que alerta de que 8 de cada 10 bebés está en internet antes de que cumplan seis meses.

    Incluso si tapamos sus rostros podemos dar datos de manera inconsciente que los haga visibles a cualquiera: un espacio conocido, un parque público, el nombre de un colegio o un centro comercial, etc. Datos que pueden permitir la geolocalización de nuestros hijos.

    No pensamos en que esa 'inocente foto de mi niña jugando en la playa' pueda acabar en las colecciones de abusadores de cualquier lugar del mundo o que pueda usarse como reclamo en un perfil falso para embaucar y seducir a otros niños y niñas de los que abusar. En España se estima que hay alojadas el 2% de las páginas de explotación sexual infantil, pero es el primer consumidor de Europa y el segundo del mundo.


Por qué sobreexponemos a los hijos

    
    Existen dos factores: el primero es que los padres y madres tienen el hábito de compartir habitualmente su propia vida, lo cual los lleva a hacer extensivo este hábito a la vida de sus hijos. Y el segundo es que su red de contactos muestra entusiasmo por este tipo de imágenes, lo cual incentiva que se intensifique su compartición, dado que, al fin y al cabo, lo que casi todos andamos buscando en los medios sociales no es otra cosa que la máxima aceptación social.

    En España, el 89 % de las familias comparte alrededor de una vez al mes contenidos de sus hijos en Facebook, Instagram o TikTok, según el informe EU Kids Online. El impulso de sobreexponer a los hijos en las redes responde a la concepción de su existencia como un mero apéndice de la nuestra, lo cual, obviamente, no es aceptable, y al deseo de aprovechar la simpatía que la naturalidad y el encanto de los más pequeños despierta en casi todo el mundo.

    No hay forma posible de compartir de forma segura en redes sociales. No se puede hacer un 'buen sharenting', no somos conscientes de toda la información que volcamos en redes ni de los usos que se les dará. 


Lenguaje secreto en la internet superficial


    Es un lenguaje que solo entienden las personas que están metidas en esa red, es un código en clave que marca un momento en el que se puede intuir una sexualización del niño o de la niña para informar a su propio grupo.  Al ser comentarios neutros (marcas de tiempo), no violan las políticas de la plataforma y, por tanto, son difíciles de detectar. No solo es YouTube, también sucede en Instagram, Facebook o TikTok. Este tipo de material genera mucho tránsito y, aunque la mayoría de este contenido se mueve en la internet profunda (deep web), también lo hay en la internet superficial.

    A eso se le suma otro gran problema en cuanto al material de explotación sexual infantil, y es que, ese joven que ya está muy presente en el mundo digital y tiene normalizadas las redes sociales, ahora tiene móvil. Se está adelantando la edad en que los menores tienen móvil y eso está aumentando el grooming y el sexting. Cada vez hay más niños y niñas que están autoproduciendo este tipo de materiales. La edad media en España para el primer smartphone son los 10 años, según Unicef (2022).


Cuáles son los riesgos del sharenting


    Según el portal Pantallas amigas, especializado en el uso responsable de internet y de los dispositivos tecnológicos, los principales riesgos del “sharenting” son :

• Falta de privacidad

    Al compartir imágenes e información de los menores creamos una huella digital y les quitamos la privacidad que les pertenece. Ana Pacheco, abogada y una de las expertas de de Criar Con Sentido Común (podéis contactar con ella a través de la Tribu CSC) aclara:

        “El consentimiento para publicar fotografías de los menores de 14 años la tienen los padres o tutores       
legales. Pero siempre debe haber un acuerdo con el menor en el que este consienta. Además, es necesario que esté en plenas facultades para dar su permiso“. 

    Es decir, que se “necesita expresamente la aprobación” de la persona involucrada. En el caso de las figuras públicas, se podrán fotografiar, pero también se necesita una aprobación previa. Es decir, que tampoco los hijos o hijas de famosos se pueden fotografiar alegremente si no hay un consentimiento.

    Hay que recordar que los menores tienen derecho al honor, a la intimidad familiar y personal y a la propia imagen, tal y como ya explicamos en este otro post sobre exposición de menores en redes sociales.


• Ciberbullying

    Según Pantallas amigas, con el sharenting podemos llegar a favorecer el acoso en redes de manera inconsciente. Además, también podemos estar facilitando información acerca de nuestros hijos e hijas que puede afectar a su reputación, perjudicándole en el colegio o en su entorno social.

• Fraude

    También los niños y niñas pueden ser objetos de fraude por los datos que hay de ellos en Internet. El Wall Street Journal publicó un caso de usurpación de identidad de un bebé.

    “Me gustaría dar la bienvenida al mundo a mi hijo. Mamá y el tío Maddox te quieren mucho, Artie“, recogía un foto de un bebé que dormía tranquilamente publicada en una red social. Pero resultó que Artie (Arthur) no era Artie. Era una niña cuya madre, una mujer de Canadá, había colgado su foto en un perfil público de Instagram tras dar a luz.

    Fue ella la que, tras ser alertada de que su hija circulaba por internet, alertó a Facebook de lo que sucedía. La compañía cerró el perfil de la mujer que había robado la identidad de la bebé.

• Grooming y pedofilia

    El “sharenting” también puede dar pie al “grooming” o a la pedofilia. Lo primero hace referencia al acoso online por parte de adultos a menores. Los primeros se ganan la confianza de niños, niñas y adolescentes y los acaban obligando a intercambiar imágenes sexuales o incluso llegar al abuso sexual.

    Los pedófilos, por su parte, aprovechan cualquier recoveco para lograr fotografías e información de niños. Y las redes sociales son terreno abonado para ello si no ponemos límites y enseñamos a nuestros hijos a ser prudentes.

    Las fotos y vídeos que compartimos en internet pueden llegar a pedófilos, lo que aumenta la vulnerabilidad de los menores.


Y si reflexionamos antes de compartir


    Es lógico y muy humano querer compartir con los demás la felicidad y el orgullo que sentimos por nuestros hijos. Una pose graciosa, un disfraz divertido o simplemente una sonrisa inmensa capaz de iluminar la habitación nos anima de inmediato a enviar la instantánea a familiares o amigos. O a subirla a Facebook, Instagram o cualquier red social.

    Pero, ¿reflexionamos antes de hacerlo? ¿somos conscientes de que subir una imagen de un menor entraña todos estos riesgos? ¿nos planteamos cómo pueden sentirse nuestros hijos si compartimos, no sé, una imagen suya dormidos con la boca abierta? o ¿hasta qué punto esto puede afectarles en la autoestima y en su autoconcepto?

    Tal vez, deberíamos tomarnos unos minutos de reflexión antes de compartir fotos, vídeos o imágenes de nuestros hijos. Ponernos en su lugar también pueden ayudarnos a empatizar con ellos.

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